sábado, 3 de septiembre de 2016

Septiembre


En el primer fin de semana de septiembre pronostican un calor digno de un agosto tórrido. Vientos que inician su andadura por la península húmedos y frescos van resecándose al atravesarla. Imitan a la perfección al aire que sale de un secador de pelo al llegar a la costa este. Salgo de un patio con puerta y verja, que en estas condiciones huele a humedad, como a acequia. En el ascensor siempre hay media docena de mosquitos, la otra media están estampados contra el espejo. La gente sube y los aplasta, para evitar que entren en sus casas, suben y bajan entretenidos chafando bichos. El género humano podría dividirse entre los que son víctimas de las picaduras de estos pequeños cabrones y los que no, yo soy de los primeros. En la puerta del supermercado hay siempre un hombre de color, negro exactamente, que espera que alguien le compre, no pide dinero, sólo quiere comida. Tiene el aspecto de ser una excelente persona, una mirada franca y siento el impulso de ayudarle pero ahora mismo estoy para que me ayuden a mí. Me pasa desde niño que según el libro que leo me siento de una manera o de otra. Supongo que debe ser normal, ahora mismo me siento como si viviera un momento importante en mi vida, un golpe de timón, un cambio brusco de rumbo. Voy buscando la sombra porque el sol me hiere con una radiación que hace a mi piel gritar de ansiedad. El futuro ya no es lo que era y sin embargo sigue ahí sin venir del todo. La situación política no acompaña tampoco, parecen tiempos extraños. En 1981, justo el día del intento de golpe de estado yo acababa de entrar a trabajar en mi segundo trabajo, tenía 17 años, sentía algo parecido a lo que siento ahora mismo, por eso lo recuerdo.  Este primer fin de semana del mes se presenta como un santo con cananas y un par de pistolas Colt 45, algo extraño y turbador. Una de las cosas buenas de ser mayor es que el tiempo pasa más rápido, parece que celebras el fin de año y a los pocos días ya estás otra vez en navidad. Otras veces unos minutos en el balcón mirando el cielo tienen la intención de asemejarse a un eternidad, aunque sea de bolsillo, intensos momentos con pensamientos tristes.  Así que no me da mucho miedo el fin de semana, pasará como todos. 

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Mis amigos me llaman Cuchillo o el tío Santi. Escribo canciones y toco la guitarra, también canto. Desde que era joven hasta ahora que no lo soy he tocado en grupos como Los Cuervos, Los Relevos, Morcillo y los Rangers, Los Brujos, Bandoneón, The Dancing Cansinos, Rocky Raccoons, Fort Mapache, Jukebox, Los Portuarios, The Mapaches o The Roller Coasters. Soy el guitarrista que no sabía cantar, el motorista al que no le gustaba correr, el lector de la Biblia ateo, puede que el tonto más listo del mundo, el padre de Dido o el hijo de la Yeyes. Como suele aparecer en algunos sobres de azúcar, hay que buscar los buenos ratos porque los malos se presentan ellos solos. Me gusta mucho leer desde niño, cocinar, tocar la guitarra y escribir canciones, navegar sin rumbo por la procelosa red de Internet, la historia y la música, el cine clásico y me gusta mucho reír, también escribir en mi blog, salir con mis viejos amigos o dar vueltas con mi Triumph. Como dijo Lennon: "la vida son las cosas que te pasan mientras tú estás ocupado haciendo otros planes" Así que intento no hacer planes nunca, sólo quiero estar a gusto sin molestar a nadie. Si lo consigo o no, tendrán que decirlo los demás.
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