
La semana pasada empecé muy bien y acabé con un tremendo resfriado. La culpa fue mía, ya que unos días antes tuve la desfachatez de decir que hacía mucho tiempo que no estaba enfermo. De todos es sabido que jamás debes decir eso. Como en "La buena tierra", no hay que provocar a los dioses, al contrario, y si no que se lo digan a Annabel Lee. Bueno, en este combate homérico con un resfriado duro de pelar, no estoy muy seguro de ganar pero espero que así sea por el bien de mi hija. Digo todas estas tonterías, ciertas pero tontas, a propósito de que llevo tiempo intento contar algo y no encuentro las ganas para hacerlo y eso que para mí es algo bueno. Como ustedes recordarán subí a un escenario con Los Plásticos, El Respetable en esa ocasión, para hacer un tema de Los Cuervos, el "famoso" Perro Verde. Algunas semanas más tarde me dijeron que pensaban grabarla con los otros temas de otros grupos valencianos que homenajearon en aquel concierto y que contaban conmigo. Me pidieron permiso y les contesté que tenían mi permiso, mi bendición y mi colaboración asegurada. El día indicado, a la hora indicada, cogí un taxi hacia el estudio, cargado con mi Gretsch, y nunca mejor dicho porque esa guitarra con esa funda pesa media tonelada. El taxista resulto ser un fan acérrimo de Johnny Hallyday, un francés de Lyon afincando desde hace años en Valencia. Bueno, charlé amigablemente con él durante el trayecto hasta llegar a mi destino. Había buen rollo en el estudio y si he de ser franco, me gustó mucho que estuviera en un sótano. Mientras grababa ese tema, no pude evitar pensar en que teniendo tantas canciones escritas estaba volviendo a grabar un tema que ya había grabado, era una ironía del destino, otra más. Así que hablé con el hombre del estudio, bueno, era más joven que yo, y le pregunté por precios y esas cosas. Se supone que desde que fumo menos, en ello estoy, me estoy ahorrando un "pastizal", que diría Serch, y, sorprendentemente, los estudios son ahora más baratos que hace 20 años. Tomé una decisión, voy a grabar algunas de las canciones que he compuesto. ¿Para qué? para nada supongo, para darme el placer de escucharlas y dar la tabarra a algún amiguete como el Ratón que me dirá si lo he desarrollado bien o mal y poco más. Pero las canciones son como hijos y parece que uno tiene alguna obligación que cumplir con ellos o ellas, ya sea ayudarles en los deberes, cocinarles algo o desconectarles el router wifi cuando están en Internet a la hora de hacer los deberes. Y en el caso de esas canciones me siento obligado a grabarlas. Pues nada, en ello estoy, arreglando y ensayando cada detalle de los primeros cuatro temas.