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domingo, 28 de julio de 2019

Noche sin luna



Viernes noche, cenamos con el Ratón, en la Font, hay que repetir, hablando sobre el tema eterno de la vida. Sábado a casa del Visente, me llevé un ukelele, comimos arroz con bogavante, estaba delicioso, buenos vinos, gintonic, anís griego, cava rosado, excelente whisky, como siempre nos trataron como a embajadores de una potencia mundial,  al contrario que otras veces: ¡me bañé¡ Nos pasamos a remojo como tres horas, escuchando canciones del siglo XX y charlando sobre casi cualquier tema.  El lagarto, líder mundial en servicios secretos, espionaje y demás me hizo una foto mientras me cambiaba, muchacho, eso no lo publiques... es para que se animen las chicas, me dijo, pero yo le contesté que viendo esa foto se iban a desanimar.  Tenía que hacer varias cosas, pinchazo, pasear a Aldo, así que salí antes y luego nos vimos en Heron City para escuchar el concierto de The Blisters. Al final estábamos agotados de tanto salir y volvimos no demasiado tarde a casa, dejé al gran tío Paco en su hogar y volví al mío, escuchando a George Harrison, pensando en un post que no voy a escribir. Desde hace una semana he retomado el hábito de la lectura y en ello estoy, así que leí un buen rato, la peste del insomnio no se presentó, Macondo está precioso en esta época del año, mi vida es como una novela de realismo mágico. 

domingo, 19 de noviembre de 2017

Una noche en Radio City

     
     Otro sábado ensayando en Cata-roja, el tío Paco se durmió en alguna casa de algún amigo, Charly y yo llamando al timbre, enviando mensajes... aparece al poco. Un ensayo más corto pero intenso, temas que comienzan a sonar, sonrisas de satisfacción. Subimos a casa de RexMex, miro por el balcón mientras suena el Pet sounds, veo un mundo extraño, quieto y en movimiento, loco y cuerdo,  ajeno a pequeños duelos, en marcha acelerada hacia la parada final. Me quito el sombrero, aparcando lo más cerca del garito al que vamos, el tío Paco es el puto amo, el mero, mero.  Hablamos de cenar por la calle, al estilo de pie en una esquina poco transitada, como hacíamos de jóvenes. Entramos en un kebab para llevar en el barrio del Carmen, charlamos con el dueño, trato exquisito, nos hace probar las diferentes salsas picantes, hablamos de Estambul, me sale sin querer el amante de la historia que tengo dentro. Acabamos dándonos la mano, hay gente esperando, muy atento y gran profesional, turco con corazón alemán. Me he hecho el machote con el picante, ahora me toca pagarlo, el paladar anestesiado, mi lengua en llamas, ni una bacteria viva en mi boca...  Nos metemos en el Radio City, suena Little Richard, nada menos, todos sus grandes éxitos uno detrás de otro, la cerveza entra como nunca escuchando Long Tall Sally o Lucille, mi corazón vibra, mis pies se mueven, las caderas se disparan. Actúan Elvisent i els jornalers, 90% éxitos de Elvis, excelente formación con grandes coros, un rato muy agradable. Una chica alta baila a mi lado, no se despega, me mira, me da golpecitos con el codo, una vez más sólo falta que me escriba una carta pero... 

jueves, 9 de febrero de 2012

30 años después


Por estas fechas, pero hace treinta años, en 1982, le propuse al tío Paco formar una banda de Rock'n'Roll. Pensé en llamarla Los Cuervos por el poema de Edgar Allan Poe y algunas otras referencias clásicas. Echando la vista atrás parece mentira que todo ese tiempo haya pasado ya. Esta foto, apenas me reconozco, la verdad, es de esa época, quizás unos pocos meses después. Un día de estos os daré una pequeña sorpresa.

viernes, 25 de julio de 2008

1981 (2ª parte)



A principios del otoño de 1981, en lo que llamábamos Tascas, el Ratón me presentó a un compañero del instituto que se llamaba Paco. Tocaba la guitarra y cantaba, bastante mejor que yo, por cierto. Le gustaban mucho The Beatles y Elvis, empezamos a hablar de música y le tomé un poco el pelo, luego me lo recriminó siempre, diciéndole si conocía a Edgar Allan and The Poes, que era la fantasía que usaba yo para pensar en mi grupo inexistente. El caso es que conectamos bastante y nos hicimos amigos inseparables. Juan empezó a salir con su novia con la que después se casó, Mª Ángeles y fue separandose gradualmente de todos nosotros. Volviendo a casa en la línea 70 del autobús, le propuse a Paco formar un grupo de rock, buscar gente y todo eso y me dijo que sí. Había pensado en el nombre de LOS CUERVOS por el poema de Edgar Allan Poe. Le regalé una chapita de Holly y las llevábamos los dos en las cazadoras vaqueras, éramos unos críos, nos gustaban aquellas tonterías. Paco aparecía por allí con una vieja Mobilette y su cazadora vaquera Levi's y su sed, ponía bastante empeño, como todos nosotros, en beber la máxima cantidad de cerveza en el menor tiempo posible porque como todos nosotros, una vez más, tenía sus problemas. Es difícil ir creciendo y además a finales de ese año cumplí 18 años y para corroborar mi mayoría de edad me enamoré, iba atrasado en esto como en casi todo. Me habían gustado muchas chicas, eso sí, (aquí debo omitir la palabra reciprocidad, lamentablemente) y tenía mis fantasías como cualquier hijo de vecino, con las estrellas de cine o las chicas que pululaban por las páginas de la revista Playboy, esas tías de cuya existencia los tíos normales sólo nos enteramos por esa revista, pero nunca me había colgado así por una chica hasta aquel momento. Mis padres jamás hablaron conmigo de sexo y lo mismo puede decirse de amor, mi educación sentimental la recibí en las novelas, las canciones, el cine y, por supuesto, la calle. Pero las fantasías eran justamente eso y lo que de verdad buscaba era una chica que estuviera loca por mí y yo por ella, no buscaba una “rica colección” de ligues y menos mal porque se trata de un asunto para el que no estoy dotado y aquí también podría poner el adverbio lamentablemente. Por no desaprovechar una palabra tan larga como ese adverbio: en aquellos días empecé a fumar, ojalá no lo hubiera hecho porque cada vez me fui viciando más y más, resulta muy perjudicial para la salud, del cuerpo y del bolsillo. Resultaba cómodo estar agarrado a algo, a veces, cuando he estado mal, he pensado que no me caía gracias a estar sujeto al cigarrillo.
Pensándolo ahora me creo dar cuenta de que se trataba de un enamoramiento de adolescente y que a los chicos nos cuesta mucho más madurar, además de todo eso que dicen los psicólogos sobre todo esto, lo otro y bla, bla, bla. Mas entonces, qué demonios, me parecía el sentimiento más fuerte que pudiese haber sobre la faz de la tierra. Así que me propuse que me ligaría a aquella chica o moriría en el intento y casi consigo las dos cosas. No gracias a mis amigos o a mí, desde luego, sino gracias a otros amiguetes como el famoso Pepe y otros cuyos nombres no vienen al caso, conocíamos a muchas chicas, muchos grupos de chicas, porque eran lanzados y les entraban a todas, con unos porcentajes de éxito elevados. Los más cortados éramos nosotros, en minoría casi siempre, y no llamaba la atención nuestra escasa iniciativa pero los únicos que conseguían “resultados tangibles” eran ellos. Una de tantas tardes pasamos un rato con unas chicas y a mí me gustó una de las chicas y mi táctica, infalible para el fracaso, fue mirarla tímidamente de reojo y ponerme nervioso, sólo necesitaba un par de milenios para conquistarla. Como aquello duro un par de horas escaso a partir de ahí me limite a verla pasar con sus amigas y (¡I nearly Die¡) una vez con un ligue. Así que me quedaba el alcohol, un cobarde refugio para cobardes y gallinas o, tal vez, la espoleta necesaria para una primera explosión. Hice varios intentos, a cual más descabellado, en especial una vez, recuerdo que llevaba mi guitarra dentro de su funda, en que le pedí un cigarro, no se me ocurrió otra cosa, con uno recién encendido en la boca y un paquete lleno en el bolsillo. ¡Patético¡
Una de tantas veces que la vi pasar por la calle Gobernador Viejo, y ese día no había bebido, estaba tocando la guitarra, sentado en una especie de poyato al lado de un entrada de garaje que estaba enfrente de las oficinas de la Saltuv. La guitarra era una española bastante mala propiedad de un pub, Rincón Latino, siempre había alguien, esos que sabían ligar pero no tocaban la guitarra, que la pedía para que yo tocase. La temperatura en mi interior rebasaba los cien grados. Así que, como en las escasas palabras que habíamos cruzado me había dicho que tocaba algo la guitarra y le gustaban The Beatles, salí corriendo detrás de ella y con el absurdo argumento, especialmente para alguien que se acerca a la carrera, de que me enseñase los acordes de una canción, me puse a hablar con ella. Intenté desplegar todo lo que mi humilde persona pudiera tener de seductor o interesante, lo cual puede que no fuese gran cosa, pero comencé a sentirme bien porque lo estaba intentando. Siempre he tenido presente las palabras de Churchill: “Lo malo no es fracasar, lo malo es no intentarlo”. ¡Qué asco tener memoria¡ Como me gustaría no recordar apenas nada pero en fin, como decían en aquel programa: "y hasta aquí puedo leer".

Se suponía que Paco y yo queríamos montar un grupo pero costaba mucho intentar montar alguna canción con él, ensayo y Paco son dos palabras que no se llevan demasiado bien. Basándome en un viajecillo que hicimos un año antes, yo había hecho una canción que se llamaba “Colgado en la estación” y la interpretaba al primero que se pusiese por delante, tenía algún tema más pero no empezamos en serio hasta que pasó el verano. Casi siempre iba con la guitarra, en esto no he cambiado mucho, sólo que a veces veo más conveniente no hacerlo y, aún así, muchas veces la sigo llevando. En general, no sé en qué he madurado, me sigue gustando lo mismo que hace treinta años. Así que una tarde cualquiera, leo un rato, toco un poco la guitarra y después me voy a dar una vuelta con la moto, tenía razón la cuñada del Ratón, los hombres maduramos hasta los ocho años.

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Mis amigos me llaman Cuchillo o el tío Santi. Escribo canciones y toco la guitarra, también canto. Desde que era joven hasta ahora que no lo soy he tocado en grupos como Los Cuervos, Los Relevos, Morcillo y los Rangers, Los Brujos, Bandoneón, The Dancing Cansinos, Rocky Raccoons, Fort Mapache, Jukebox, Los Portuarios, The Mapaches o The Roller Coasters. Soy el guitarrista que no sabía cantar, el motorista al que no le gustaba correr, el lector de la Biblia ateo, puede que el tonto más listo del mundo, el padre de Dido o el hijo de la Yeyes. Como suele aparecer en algunos sobres de azúcar, hay que buscar los buenos ratos porque los malos se presentan ellos solos. Me gusta mucho leer desde niño, cocinar, tocar la guitarra y escribir canciones, navegar sin rumbo por la procelosa red de Internet, la historia y la música, el cine clásico y me gusta mucho reír, también escribir en mi blog, salir con mis viejos amigos o dar vueltas con mi Triumph. Como dijo Lennon: "la vida son las cosas que te pasan mientras tú estás ocupado haciendo otros planes" Así que intento no hacer planes nunca, sólo quiero estar a gusto sin molestar a nadie. Si lo consigo o no, tendrán que decirlo los demás.
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