miércoles, 29 de julio de 2020

Los Cuervos - Alda 23/07/2020



Sonó muy bien, con algún ensayo acústico y un único ensayo eléctrico, para algo somos viejos veteranos. Quería pasar los vídeos a blanco y negro pero ando muy liado y no me ha dado tiempo. 

lunes, 27 de julio de 2020

Escribiendo


Conocí a una chica con la mirada tan triste que las flores se marchitaban cuando ella las miraba. Los pájaros dejaban de cantar, la comida se echaba a perder, los cajeros automáticos cambiaban los número secretos de las tarjetas de crédito y débito, las cisternas dejaban se vaciaban, las baterías se agotaban, las hojas de los libros se pegaban y nadie podía abrirlos con ella delante. Le dije que tenía que encontrar algún remedio, estaba a un ayuno más de morirse de hambre, su mirada te atravesaba y te dolía en tus huesos. Lo tengo, me contestó, pero me dan miedo los efectos secundarios. Me habló de la poción que borraba los malos recuerdos, inventada por dos sabios alquimistas de Babilonia, que consagraron su vida a encontrar la fórmula. Era capaz de eliminar los recuerdos que provocan las personas con entrañas de metal y corazón de mármol, la clase de seres que roban la comida de un niño y los pequeños ahorros de una viuda pobre, que rompen corazones puros y siguen viviendo sin remordimientos. Los soldados que habían visto morir despedazados a sus compañeros, que despertaban sudando y aullando cada noche, recobraban la sonrisa. Recuerdos de derrotas y causas perdidas, traiciones o fracasos, tragedias mayúsculas o minúsculas, todo se esfumaba. Las chicas quebradas volvían a ser de una pieza, los ultrajados reían mientras movían las nubes con el pensamiento. El brebaje para borrar los recuerdos amargos hacia todo eso y mucho más, te convertía en alguien limpio y preparado para una nueva vida. Pero... ¿por qué no lo tomaba? Me dio un suave beso en el cuello con sus labios fríos y me soltó que eso me lo contaría otro día. Su beso me dejó un cardenal que tardó en borrarse de mi piel once meses y once días.


Todos mis conocidos me preguntaban por el tatuaje en mi cuello, me aburrí de tanto contar la verdad, sólo para quedar de mentiroso, así que mentí y todos me creyeron. Entonces me acusaron de no saber pasar página, de llevar en la base del cuello la marca vitalicia de un amor efímero. Intenté hablar de nuevo con la chica cuya mirada entristecía a las flores, agriaba los yogures, desafinaba las guitarras y cambiaba las revoluciones de los discos de 33 a 19 rpm. Me contestó su hermana, era imposible comunicarse con ella, en esos momentos ya viajaba hacia Irak, me mantendría informado, noté que me estaba mintiendo. (No sé como fue, de repente sentí la imperiosa necesidad de contarle una historia, de como mi abuela salvó a San Rafael de los furiosos iconoclastas durante la guerra civil, pero me contuve.) Pasé semanas durmiendo poco y mal, apenas comía, empalmaba los cigarrillos, la posibilidad de eliminar de un plumazo todos mis malos recuerdos me obsesionaba. Resultaba evidente que se había ido a fabricar la poción e intenté seguir su trayecto por Internet. Hallé información valiosa sobre un vuelo misterioso, el piloto volaba tan despacio que fue sancionado, los pasajeros lloraban porque el café era negro, una azafata confesó que tenía dos amantes pero el que más la satisfacía era su marido. El poder de la chica de los ojos tristes iba en aumento, los parquímetros escupían la calderilla en Barcelona, los policías se autoinculpaban en casos de corrupción en Roma, un político egipcio devolvió tres millones de un soborno en El Cairo. A partir de ahí, no pude saber nada más, apagón informativo. Una tarde, cuatro meses más tarde, me llamó, su voz era otra, tan clara como nunca había escuchado otra voz, hizo que mis labios sonrieran y mis manos y mis pies, todo en mí sonreía, como si el mundo hubiera sido creado de nuevo cuando me dijo: "Lo he conseguido Santi, he barrido de mi memoria todos mis malos recuerdos."
Me llamó desde el aeropuerto, había intentado coger un taxi pero no recordaba su propia dirección. Cuando la recogí todo el mundo a su alrededor sonreía, cinco personas se habrían ofrecido desinteresadamente para llevarla a casa pero no era capaz de recordar donde había vivido durante los últimos 43 años, las ratas salían de las alcantarillas y correteaban como si no hubiera nadie, también le habían robado una maleta. Estaba cambiada, había viajado a los infiernos del olvido y la soledad, visitado el Hades de la derrota, se había perdido por los polvorientos caminos de la antigua Babilonia, atravesado el desierto de la memoria para volver rejuvenecida y radiante. Su mirada me dio paz y ya no alteraba la tonalidad de las canciones, ni hacía toser a los policías, estaba en su peso ideal, guapa como antes de la peste de la tristeza infinita. Tuve que guiarla hasta su propia habitación, todos sus ingratos recuerdos habían desaparecido, le costó reconocer a su hermana. Me fui cuando empezaron a recordar su niñez, sus días de playa en Oropesa, resultaba evidente que eran días sagrados que no habían sido absorbidos por la obra de los sabios alquimistas babilónicos. Me moría de ganas de conocer los detalles y un par de días después quedamos. Me contó lo que le costó volver, todas las veces que la habían engañado, taxistas, policías, aduaneros, señoras de la limpieza, un médico y un abogado, funcionarios avispados o simples transeúntes. Emitía un aire de bondad que resucitaba mariposas pero también cucarachas, toda la experiencia negativa ahogada en la poción la había convertido en una niña que pensaba que el mundo entero era bueno. En el pub en que nos sentamos me sorprendió que no conociera las canciones. Le encantó Penny Lane: ¡que buena es ésta, la voz es igual que la de McCartney". Vamos, le dije yo, has oído ese tema cinco mil veces. Pero no, debía tenerla asociada a un mal recuerdo y la había olvidado. De su bolso sacó una botellita de plástico, mira, me dijo, puedes olvidarlo todo, todo lo que te hizo daño, sólo es dar un trago, a nadie más se lo he ofrecido, eres un ángel y te lo mereces. Me quedé helado y dudé...

Llámame cobarde pero no me atreví. No soporté la visión de estar expuesto otra vez a los mordiscos inmisericordes del mundo de los seres humanos sin mi amplia colección de recuerdos avinagrados. Aunque venían a torturarme con demasiada frecuencia también me prevenían de nuevos fraudes, cometería otros errores pero, al menos, no serían los mismos.
 Unas amigas suyas llegaron al pub entonces y comenzaron a gritar y abrazarse y reír como locas y beber sin pausa hasta que el reencuentro le costó 230 euros. 
Al día siguiente, fumando en el balcón, vi con mis propios ojos como delante de mí se marchitaban todas las flores de mi madre, era imposible afinar las guitarras, las notas de la armónica se habían mezclado y donde debía sonar Do, sonaba Sol#, donde Re, Si bemol, así todas. Intenté abrir un libro y era imposible, ni con las tijeras del pescado conseguí separar las hojas. Me miré en el espejo y mi propia mirada me hizo llorar: me había contagiado de la negra enfermedad de la tristeza permanente e infinita. 

Renuncié al móvil, la batería pasaba del 100% a cero en seis minutos, por supuesto la moto no arrancaba. Mis amigos pasaron a recogerme y antes de llegar a la Dama ibérica ya estaban envueltos en el vapor de la tristeza, confesando pequeños pecados, con el hipo anterior al llanto, relatando los dos a la vez lejanos traumas familiares. Bajé del coche en un semáforo, se había quedado sin impulso eléctrico, volví a casa bajo un sol abrasador. Los escarabajos picudos perecían junto con las palmeras a mi paso, los cajeros cambiaban los números secretos de los clientes y mi cuerpo proyectaba en el suelo una sombra más negra que la sombra negra del mismísimo diablo. Me eché en la cama y empecé a leer su libreta, las palabras se iban borrando a medida que las iba leyendo, hasta quedar tal y como la había comprado en un bazar de Bagdad, cuadrícula francesa, sin rastro de las 4.672 palabras escritas por la mano de Julia. 


lunes, 20 de julio de 2020

Planeta Bugarra



Un fin de semana muy bueno, aunque ya nada es como antes. Echo de menos los tiempos anteriores al coronavirus, con tanto Rock'n'Roll, chicas y todo lo demás pero es lo que hay, disfrutar lo que se pueda y seguir adelante. Tampoco me quejo, el viernes de cena y toda la mañana del sábado disfrutando de la moto. El domingo en el planeta Bugarra, pequeño y caluroso, porque está más cerca del sol, pero con indígenas hospitalarios, tocando en un garaje mientras los mosquitos se cebaban conmigo, al menos no eran tigres. Volviendo a casa pensé, como siempre, aunque he de decir que he conseguido no pensar en alguna que otra ocasión, riéndome solo, soy un caso clínico. 
Esta semana será la famosa noche en blanco y negro, prudentes pero sin miedo, a darlo todo una vez más. Y diría muchas cosas más, hay tanto que contar, pero debo irme, hola y adiós, he venido para decir que tengo que marcharme... 

lunes, 13 de julio de 2020

Los Cuervos One after 909


Tras el paréntesis pandémico volvimos a coger las guitarras. Nos divertimos juntos y a la gente le gustó. Parece que este mes se anima el tema y el futuro, ay el futuro, lo dejaremos venir, a ver qué cara tiene. 
Le cambié la batería a la Triumph, visitando al dentista continuamente, quedando por aquí y por allá, almuerzos en el Ranchito, ensayos acústicos en casa del Bandido, He bajado algo de peso, maldito confinamiento, volviendo a leer, la tv es insoportable. Ayer llovió, una tarde en la que pensaba coger la moto, acabé en Alboraia tomando horchata. 2020, vaya tela de año. Infinity war, Endgame, ¿Será posible que un gato silbe? 

jueves, 9 de julio de 2020

Los Cuervos - Crying, waiting, hoping


Volvemos a la carga, este sábado en Russafa, Mare meua, exquisitas tapas internacionales, Valencia-Francia-Venezuela, con Mariela en la cocina y Los Cuervos en acústico. Tardeo con bebidas fresquísimas y mucho Rock and roll, TexMex, sesentas... Ya teníamos ganas de liarla de nuevo, no se lo pierdan. 

jueves, 2 de julio de 2020

El rey del glam


Ensayando en Denia con Álvaro, probando nuevas fórmulas. Comimos con David, soportamos un calor infernal, pasando el día con amigos. A ver qué panorama deja el virus, desolación lunar, me parece que tengo el vehículo ideal. Le echaremos humor.

Buscar este blog

Me presento:

Mi foto
Mis amigos me llaman Cuchillo o el tío Santi. Escribo canciones y toco la guitarra, también canto. Desde que era joven hasta ahora que no lo soy he tocado en grupos como Los Cuervos, Los Relevos, Morcillo y los Rangers, Los Brujos, Bandoneón, The Dancing Cansinos, Rocky Raccoons, Fort Mapache, Jukebox, Los Portuarios, The Mapaches o The Roller Coasters. Soy el guitarrista que no sabía cantar, el motorista al que no le gustaba correr, el lector de la Biblia ateo, puede que el tonto más listo del mundo, el padre de Dido o el hijo de la Yeyes. Como suele aparecer en algunos sobres de azúcar, hay que buscar los buenos ratos porque los malos se presentan ellos solos. Me gusta mucho leer desde niño, cocinar, tocar la guitarra y escribir canciones, navegar sin rumbo por la procelosa red de Internet, la historia y la música, el cine clásico y me gusta mucho reír, también escribir en mi blog, salir con mis viejos amigos o dar vueltas con mi Triumph. Como dijo Lennon: "la vida son las cosas que te pasan mientras tú estás ocupado haciendo otros planes" Así que intento no hacer planes nunca, sólo quiero estar a gusto sin molestar a nadie. Si lo consigo o no, tendrán que decirlo los demás.
Powered By Blogger

Archivo del blog

Etiquetas