


Después de protagonizar y dominar el desarrollo de la electrónica durante muchos años, las válvulas o tubos de vacío parecían haber pasado a la historia con la llegada de los transistores. No pesaban tanto, no se calentaban, ocupaban menos y eran menos delicados. Pero el funcionamiento imperfecto de las válvulas iba a ofrecer su última resistencia en varios terrenos, y contra todo pronóstico, convirtiendo su debilidad en fortaleza, vencerían en varios campos de batalla. El que me interesa aquí es el de los amplificadores de instrumentos eléctricos. No hace falta tener un gran oído, ni ser un técnico en electrónica para percatarse de la gran diferencia que hay entre un ampli de transistores y otro de tubos de vacío. El amplificador en el mundo de la guitarra eléctrica no se limita a aumentar el volumen, aporta el tono final, convirtiéndose en parte del instrumento. Cuando empecé a tocar los amplis de válvulas se dividían en dos grupos: precios inalcanzables o aparatos necesitados de la atención de un técnico experto para una completa reconstrucción. La única opción para un bolsillo con agujeros eran los transistores mosfet, eso sí, añorando la calidez del sonido de los discos que escuchaba. Cuando por fin conseguí comprarme un Vox Ac 30, ¡qué inmenso placer¡ Luego vinieron otros, el Fender Bassman'59, el Gibson GA-15RV, aunque el Vox lo vendí por culpa del transformador de potencia, que era un poco perezoso. Cuando me quedo solo en casa me aprovecho, saco todo el material al comedor y allí, como un ejército dispuesto para la batalla, conecto todo el arsenal. Dos amplificadores en estéreo, además uno de clase A y el otro de clase B, los dos de válvulas. Conecto los efectos y voy cambiando de guitarras y el tiempo no me importa.

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