
Buscando aquel latiguillo que al final encontré pero herido de muerte, me topé con cajas, cajones, bolsas y otros sistemas sencillos de almacenaje llenos de cassettes o casetes, también llamados musicassettes. Su valor es cero y ocupan sitio pero aún tengo varios reproductores y, por ahora, no pienso tirarlos. Recuerdo leer que en Philips se presentaron diversos prototipos para un cartucho con cinta magnética que sirviera para grabar y reproducir sonidos y, al final, entre el K1, K2, K3, etc, se quedaron con el K7. Era un sistema económico, relativamente sencillo que, aunque daba bastantes problemas, tenía su aquel, como diría el otro. Al principio lo ignorabas todo, como en todo, pero luego te convertías en un pequeño experto en arreglarlos, modificarlos, aprovecharlos o reciclarlos. Podías grabar sobre cintas originales sólo con poner celo sobre un par de agujeritos cuadrados que tenía debajo, podías cambiar la carcasa quitando cuatro tornillos, cambiar las bobinas, arrancar un par de pestañas para no borrar la música sin querer y así un sin fin de cosas. La posibilidad de hacer tus propias selecciones musicales, copiar discos raros de encontrar o incluso grabar tu propia música, todo lo tenías a tu alcance. Aunque había algo de pirateo, quedaba muy lejos de lo que sucede en la actualidad, parece que no hacía ni la centésima parte del daño que las técnicas de hoy en día hacen a la industria. ¿Quiénes acabaron con él?, pues, la misma industria que lo creó e impuso los CD,s como algo infinitamente mejor. Todo les iba bien hasta que pusieron en manos de los usuarios la posibilidad de grabar CD,s y compartir archivos. Si por una parte te venden cerillas... ¿quien va a pagar para que le den fuego?
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