El sábado fue espectacular en Jérica, me llevé un par de guitarras y disfruté con mi vieja Rickenbacker de 12 cuerdas y mi vieja Strat de febrero de 1984. Todo bien, local, dueño, camareras, cena, público, músicos, repertorio, todo muy bien menos la lluvia, sobre todo para volver de noche a casa. David estaba que se salía de feliz, los muchachos lo dieron todo. El llanto de los dioses me hacia presagiar algo que acabó sucediendo y mi debut con Juan tuvo que cancelarse, o mejor dicho, posponerse a otra fecha en que el cielo no llore. Ese dúo promete mucho, suena realmente bien.
De modo que el domingo quedé para tomar un café con Marcos, Mari y David y volví a casa bajo la lluvia... en moto. Estaba helado, mojado, el cigarrillo apagado y húmedo, un moquillo fino colgando de mi nariz y mi vida empezó a cruzar por mi cabeza, de alguna forma me sentía bien, no sé porqué, congelado, con las gotas de agua en las gafas, de alguna forma me hizo sentir vivo o querer dar las gracias por tocar con buenos amigos que además son buenos músicos, o por tener motocicleta o por tener mis guitarras o una hija guapa a rabiar, por seguir teniendo madre, hacer lo que me dé la gana, o yo qué sé, me sentí agradecido. Fue algo más bien absurdo, y sin embargo "fue".
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