Cuando acabé octavo cometí otro error, uno de tantos, y me matriculé en lo primero que encontré. No tenía la menor vocación para ser administrativo pero al estar el centro relativamente cerca de casa, encaminé mis pasos en esa absurda dirección. Cuando alguien se siente acorralado, escapa por donde sea aunque se dirija a un abismo. Lo mejor de aquello era que apenas había chicos, debía haber 35 chicas y unos seis varones en el primer curso. Al menos uno tenía la vista entretenida, ya que resultados, como casi siempre, ninguno. Con la suerte que siempre me acompañó di a parar a un sitio donde además exigían mucho, en otro centros se conformaban con seguir los libros oficiales, que eran muy sencillos, pero allí dejaban los libros de lado, que por cierto valían una pasta, y nos freían con un nivel como si fuéramos a llevar la contabilidad de la Ford. Han pasado más de 30 años y aún no entiendo como demonios me metí allí. Aunque lo que a mí me interesaba era seguir escuchando Rock’n’roll y se me metió en la cabeza que tenía que comprarme una guitarra y aprender a tocar. Se lo dije a mis padres y me contestaron que cuando trabajara, pues, que me comprase lo que quisiera.
Tenía una amiga, compañera de pupitre, que se llamaba Loles, me dejaba cintas de los Beatles, y nos lo pasábamos muy bien juntos pero ella aprobaba y yo no. Una tarde la profesora de lengua llegó con el proyector, colocabas un libro encima y lo proyectaba en la pared blanca, y dijo: “apagad la luz”, yo estaba jugando con un par de cables sueltos donde debería haber habido un enchufe y los junté, no pensé en nada, sencillamente lo hice. Lo hice con un bolígrafo Bic, menos mal porque quedó totalmente chamuscado, y, claro, saltaron los plomos. Por supuesto me hice el tonto y no pasó nada grave, quitando la bronca que me echaron, pasamos media hora sin luz, todo el colegio.
No sé porqué pero un día estudié lo que nos había mandado la profesora, quizás estaba aburrido, dio la casualidad que al día siguiente me sacaron a la pizarra. Era la profe de contabilidad que me tenía fichado, me sacó para ridiculizarme delante de toda la clase, empezó a preguntarme y resulta que me lo sabía todo, todo el mundo se reía y aquella tía seguía preguntándome y yo contestando bien. “¿Pero qué te ha pasado, Penagos?” Dijo estupefacta, y yo me sigo preguntando porqué narices no estudiaba, no creo que fuera tan burro pero no me daba la gana, debería haber tenido un seguimiento especial.
Teníamos que hacer un trabajo en la asignatura de lengua, una exposición usando un aparato, el mismo del incidente de la luz, que permitía proyectar imágenes de un libro en la pared como si fuera diapositivas. Se podía escoger el tema con total libertad, sin pasarse, claro, y yo elegí para mi exposición “Simon & Garfunkel”, todos me felicitaron por mi trabajo. Debido a las asignaciones que hacía en las reuniones de los testigos, me había acostumbrado a hablar en público y tenía esa ventaja sobre los demás. Ese desparpajo para enfrentarme a un auditorio con la única arma de la palabra me sirvió luego para las actuaciones, siempre fui el que más hablaba entre canción y canción y también en algún trabajo.
Cuando estrenaron Star Wars fuimos a verla al Serrano Rafa y yo, acompañados de su madre. Me gustó porque era igual que los Vikingos pero en lugar de hachas usaban espadas láser. Igual fue la primera vez que fui a un cine de estreno. En semana santa fuimos los amiguetes a Moixent, nos invitó el Ratón, fuimos Rafa, por supuesto, Juan, Vicente y yo, tres años seguidos, creo. Nos reímos mucho y nos lo pasamos bien, durmiendo y comiendo juntos y haciendo excursiones por allí. A la vuelta coincidimos en el tren con un par de chicas alemanas, intentamos hablar con ellas en inglés, con nulos resultados, había una que me gustó mucho, me quedé mirándola con la boca abierta, lleno de emoción y admiración. Yo llevaba una camisa que me compré en el mercadito que tenía una pequeña cinta para cerrar el cuello, me dejaron una cazadora de cuero que había sido del padre de Rafa y me encantó, decidí que quería una. Llovió y eso nos cortó el rollo pero me lo pasé bien. Cuando eres tan joven todo resulta nuevo y excitante, como no sabes nada lo tienes todo por aprender y descubrir, muchas veces he pensado que me gustaría volver a sentir la sensación de toparme con cosas nuevas tal y como hacía entonces. Sería una pasada poder volver a escuchar Heartbreak Hotel, Like A Rolling Stone o Strawberry Fields Forever como si fuera la primera vez o cualquier otra sensación buena y agradable. Busqué una cazadora de cuero, entonces decíamos “chupa”, y no encontré ninguna a mi gusto, la quería exactamente igual que la de Marlon Brando en "El salvaje" y al final tuve que comprarme un “McCloud” que aún conservo. No estaba mal pero no era justo lo que quería. Resultaba complicado intentar siquiera vestirse diferente, años más tarde podía ser únicamente cuestión de dinero, quizás también me faltara algo de información. La moda de entonces, finales de los setenta, consistía en zapatos mocasines, Levi’s, polos Lacoste o cazadoras Graham Hill. Los horteras escuchaban ídolos juveniles del momento, montajes de las discográficas casi todos, y los enterados Pink Floyd, rock sinfónico, también estaba la música disco o el rock duro tipo Deep Purple. A mí me gustaba Elvis, The Beatles o Bob Dylan y mis vecinas estaban fritas conmigo, la música no paraba en mi habitación.
1 comentario:
Fantastica entrada,en ocasiones podiamos hacer mas cosas,pero simplemente dejabamos pasar el tiempo.Hace unos dias una amiga nuevecita (SOLO 25 AÑOS)me tiro al cuello,y le pedi mas, pues queria todo el lote completo,por mucho exigir me parece que me quedare sin nada,como bien dices hay que aprovechar el momento,Yo pedi demasiado y ahora aun no tengo nada.Otra vez cogere al vuelo las cosas buenas de la vida...25años que durita debe de estar.
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