No eran aún las cinco y media de la mañana y un autobús ardía junto a la gran rotonda en la confluencia de Tres creus y Tres forques. Como no funcionaba el alumbrado público todavía impresionaba más, la parte trasera, el motor del vehículo, ardía con unas llamas altas, como la camisa de un motorista y una inmensa humareda subía, un mini hongo atómico de andar por la Fuensanta. Yo pasaba con mi trabajo a cuestas, con mi cansancio que va conmigo a cuestas, mis problemas viejos y nuevos a cuestas, pasaba por allí mientras el chófer llamaba a los bomberos me imagino, porque no habían llegado, ni tampoco la policía, con su chaleco amarillo iluminado por el fuego. Con estos calores no me extraña que las cosas ardan y menos un motor al que evidentemente le fallaba algo, la refrigeración, supongo. Sin pararme a mirar demasiado, pensando en que los bomberos no tardarían en llegar porque no están lejos de allí, he dejado ese bus en llamas como si algo en mí se quemara también.
Renovando el stuff de camisetas, me compré una de Bultaco, más que nada como un pequeño tributo a las que veía de niño y tanto me gustaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario