A las doce del mediodía de ayer, algo entro en mí, esos malditos presentimientos aparecieron armados hasta los dientes. Se apoderó de mí un desasosiego ilógico e irracional, en fin, ni idea de qué puede ser, como siempre. Espero que algún día me dejen de pasar estas cosas. No sé si sería eso, porque unas horas más tarde las pasé canutas. Me dirigía hacia Montserrat, cargado con mi equipo de guitarrista eléctrico solista, comenzó a llover, primero fuerte, después fortísimo, un diluvio de rabia y furia, yo con mi vehículo lunar en la carretera, buscando la salida para la A7 en la N-III. No veía un maldito pimiento, el limpiaparabrisas como un loco, bajé la velocidad, el carril de la derecha: el lago Victoria, voy por el carril central pero demasiado lento, eso es peligroso, no podía correr más. Temí por mí, pensé, mi corazón está tirado en Favara, como una rata muerta que ni el barrendero quiere recoger, pero el resto de mí le acompañaría pronto. Quizás fuera ése el puñetero presentimiento. He de decir que mi cochecito se comportó como un auténtico campeón. Justo en el momento en que padecía buscando la salida de aquel infierno se me puso un vehículo de las fuerzas de seguridad del estado detrás, toma Cuchillo, disfruta de la vida. No estaba haciendo nada malo, no cometí ninguna infracción, pero me pone nervioso llevarlos detrás. En fin, aquello acabó, conseguí entrar por el sitio correcto, escampó un poco, vi a mis compañeros, de una forma intuitiva acerté la dirección correcta. Hicimos la actuación y muy bien, hay muchos detalles para contar ahí, pero era una fiesta privada y me sabe mal divulgar esas cosas, mejor no hacerlo, musicalmente sonó muy bien, disfruté bastante. Volví a casa por Torrente, un camino más corto pero más complicado, sin prisas, como casi siempre, con mis demonios jugando al ajedrez con presentimientos tontos, canciones sonando, viejos blues que hablan de tristezas provocadas por mujeres que se comportan mal, de hombres con remordimientos que les muerden el corazón, sintiendo el aire fresco de la noche en mi cara, casi como yendo en moto, recuerdos navaja en mano, callad cabrones, les decía yo. La tristeza cogió sus maletas y se marchó pero me dejo algunas canciones, como tantas otras veces antes. Hablando con unos de mis pocos amigos, no hace mucho, comentaba que él se enamora de una escoba y al cabo de cuatro días ya se ha enamorado de un mocho y al poco ya está prendado de la gamuza de quitar el polvo. No sabes como te envidio muchacho, ¡cómo me gustaría ser así¡
Pd: el título del post es una frase de David introduciendo uno de mis solos, me ha parecido apropiado... Gracias Esponja.
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