jueves, 11 de marzo de 2021

RELATOS: LA NIEBLA

 RELATOS PARA MATAR EL RATO.

                                                               LA NIEBLA


50 años más tarde todavía se veía en el rostro de las personas que vivieron esos días el rastro de aquella angustia que llegó del mar. Los testimonios eran escalofriantes, la ciudad fue invadida por una niebla espesa, que se iba espesando cada vez más, produciendo fenómenos que nadie había visto y estudiado, se espesaba desconcertando a una población que apenas estaba recuperándose del dolor de la pandemia, y espesó sus tristezas, sus miedos, espesó sus temores, sus angustias y, cuando pensaban que ya no podían sufrir más, espesó sus sufrimientos.

En las primeras horas del 18 de marzo los mensajes de alarma llegaban de todas partes, las autoridades comenzaron por recomendar no coger los vehículos privados y al poco lo prohibieron, la radio paralizaba su programación, no salgan de sus casas decían, no vayan a trabajar, cierren sus tiendas, la televisión comentaba el suceso, se suspendieron los transportes públicos, la gente se enviaba fotos a través de sus móviles donde sólo se veía una blanquecina claridad, muda y agresiva, que incluso congelada en las fotos resultaba lenta y persistente . Los ciudadanos atónitos, asomados a sus ventanas para no ver nada, sintieron encoger sus corazones. La niebla húmeda acabó por entrar en los televisores, ordenadores y celulares, entró en las fábricas, en las oficinas, hospitales, centros de culto, casas de juego, organismos oficiales, prostíbulos, cuarteles y hasta en los mismos hogares, aisló a los seres humanos que colocaban sus manos frente a sus ojos para verlas difusas y perdidas. Andaban a tientas por su propias casas y gritaban para poder comunicarse con sus convivientes pero apenas podían escucharse aunque estuvieran cerca y en cada casa sintieron que el fin del mundo había llegado para quedarse como uno más de la familia, que era un estado permanente, y que nada volvería a ser como antes, porque si la niebla se marchaba, quedaría aún el coronavirus y cuando éste se fuese vendría algo más, porque los días del mundo habían terminado.

Fue la noche más angustiosa y se sabe que casi nadie durmió pero muchos tenían la esperanza que la niebla se disiparía e incluso se rezó a San José para que acabara con ella pero al amanecer del nuevo día el hongo de la niebla seguía atrapando a la ciudad bajo su fuerza descomunal de diminutas partículas de agua en suspensión. Muchos intentaron salir a la calle, visitar a amigos, parejas o amantes, hacer compras o curiosear más allá de su propia vivienda pero era imposible, mucha gente se perdió y no fue capaz de volver a casa. Sin comunicaciones, las autoridades no sabían que hacer, no podían prohibir, ni redactar normativas, ni aplicar reglamentos, sólo podían esperar que la niebla pasara, como todos los demás. Mucha gente pasó esas 36 horas en sus coches, en autobuses y metro, la gente de los pueblos cercanos miraba la ciudad con la cara de tonto de la sorpresa, hubieran querido ayudar pero nada podían hacer.

Por fin, tal y como llegó, nadie sabe porqué, la niebla comenzó a ceder terreno y todo volvió a una normalidad que no era normal pero bastante mejor que las horas pasadas. Todos se abrazaron, hasta los que se odiaban, las parejas hacían el amor, los aparatos electrónicos volvieron a funcionar, el mundo entero puso su atención en mi ciudad, que en 2159 años desde su fundación nunca había vivido nada parecido. Todos respiraron aliviados, lloraron de felicidad y se miraron por fin en sus espejos para comprobar que la niebla había quedado en sus miradas, de alguna forma, seguía allí y seguiría siempre, nunca la olvidarían.

martes, 16 de febrero de 2021

RELATOS; EL AYUDANTE CREATIVO DEL DIABLO.

 RELATOS PARA MATAR EL RATO.

                EL AYUDANTE CREATIVO DEL DIABLO


De todos los nombres que usó, en sus varios miles de años de vida, el que le puso un sacerdote hitita fue el que más le gustó. Un nombre con ocho sílabas y 22 letras que se podría traducir libremente como "El ayudante creativo del Diablo". Fue uno de esos ángeles caídos a los que arrancaron las alas antes de expulsarlos del cielo. Desde los primeros momentos Satán, que significa el adversario, se dedicó a cosas muy malas e importantes, promoviendo los crímenes, las guerras, escaseces de alimento, terremotos y tantos otros desastres que afectaron negativamente a los hombres. Pero nuestro personaje creaba cosas que aparentaban ser males menores pero más imaginativas. Fue él quien ideó las caries y los flemones al principio de los tiempos. Para ser justo, muchas de sus pequeñas maldades atacaban por igual a ricos y pobres, poderosos o insignificantes.. Satán reía con sus ocurrencias pero siempre lo tachó de blando, porque descubrió que tras ver los efectos en los seres humanos de estas cosas, les susurró remedios para paliarlos, así que Satán le llamaba "corazón blandengue". Una muestra de ello es que tras el diluvio el Ayudante cogió una depresión. "Se supone que Él es el bueno y mira lo que ha hecho", se decía a sí mismo. Sintió la muerte de los Nefilim, los gigantes fruto de la unión de algunos ángeles caídos con humanas. Pero el tiempo seguía pasando y su jefe le exigía resultados, la lista de sus tropelías es casi interminable, sugirió implantar el monoteísmo en Egipto a Amenofis IV, el rapto de Helena a Paris, tomar Tiro a Nabucodonosor o invadir Sicilia a Alcibíades. Con este último le unió una gran amistad, eran tal para cual. Los juegos de azar, las bebidas alcohólicas, los banquetes pantagruélicos, son muestras de su creatividad. Napoleón Bonaparte fue otro de los sujetos con los que entabló una excelente amistad y fue quien le dijo: "eres demasiado malo para ser un ángel y demasiado bueno para ser un demonio". Alto y delgado, siempre con un fino bigote y un broche que le robó a la reina Hatshepsut, el Ayudante Creativo Del Diablo no daba explicaciones allá donde iba, tenía el aspecto de alguien tan importante y refinado que todas las puertas se abrían ante él. Los años iban haciéndole mella, le entristecía el trato que recibieron los aborígenes americanos y lloró en Wounded Knee. Comenzó a sentir compasión por el campesinado mejicano, los pobres españoles, los parias de la India. En la conferencia de Algeciras de 1906, no tuvo problemas para entablar contacto con todas delegaciones para informar a su jefe y afirmar, con rotundidad, que los humanos los estaban superando, que dentro de poco Lucifer y todos su demonios se quedarían sin trabajo. Testigo en primera línea de la primera guerra mundial, vio a millones de jóvenes morir en un conflicto con armas del siglo XX y tácticas de cien años atrás. No hay que olvidar que el alambre de espino fue una de sus invenciones, esto le hundió. Se perdió en el Berlín de la república de Weimar, en continuas noches de fiesta escuchando jazz, bebiendo champagne francés y viendo como sus ideas se quedaban anticuadas. Sus remordimientos lo azotaban sin compasión. Y aún quedaba lo peor, el segundo conflicto mundial le hizo sentir un aprendiz sin recursos, un idiota que jugaba a ser malo. Vio el sufrimiento del pueblo judío, el bombardeo de Dresde, las bombas atómicas en Japón, le resultó insoportable. ¿Qué eran los bolardos o los bingos comparados con eso? Lo abandonó todo y se adentró en el mundo de las drogas con Timothy Leary, así que no recordaba nada de sus aventuras de los años sesenta. Su jefe estaba ausente pero encontró tiempo para quitarle sus poderes y ya no fue más El Ayudante Creativo Del Diablo. Acabó en un hostal cercano a la estación del Norte de Valencia, donde falleció el 31 de diciembre de 1974, su cuerpo de fumador, ya obeso, no fue reclamado por nadie. Se podía visitar su tumba sin nombre hasta hace poco en el cementerio de Valencia pero fue demolida para ampliar un carril bici.

RELATOS. EL VIENTO EN EL MARÍTIMO

 RELATOS PARA MATAR UN RATO:

                               EL VIENTO EN EL MARÍTIMO


Aquella noche los tatuajes crecían en los brazos de los marineros y un aire huracanado arrancaba los cigarrillos de las bocas de los fumadores. Aquella noche los poblados marítimos temblaban bajo el empuje de ese viento loco, empeñado en agitar los árboles hasta quebrarlos, en amontonar hojas secas en los portales, en hacer crujir las ventanas y despeinar a las muchachas. Aquella noche el mar estaba revuelto y la luna llena pintaba de plata la cresta de las olas. Aquella noche, aquella chica vino con falda y una de sus manos la sujetaba mientras la otra intentaba inútilmente que no se alborotase su larga cabellera. No era como en las fotos, es lo que tienen las citas por internet, estaba incómoda por el aire cuando me dijo: "Eres tú, ¿verdad?" Fuimos a un bar cercano y me contó que le gustaba bailar salsa, hacer senderismo de vez en cuando, ir de compras, leer no le gustaba. Tenía el mismo nombre que la primera película americana de Hitchcock pero me dijo que no la había visto nunca porque era en blanco y negro.
Cada vez que alguien salía o entraba en el bar las servilletas de papel volaban y un póster enmarcado del Levante U.D. casi me da en la cabeza. El camarero blasfemó mientras recogía los cristales y me pedía perdón. Aquella chica fue al servicio y yo pagué mientras pensaba: ¿a quién se le ocurre, estás loco?
Eres muy callado y estás muy delgado, me dijo al volver, como si lo hubiera pensado en el baño. Le contesté que normalmente charlaba por los codos pero que el viento se había llevado mis palabras y que un año atrás estaba más gordo que el perro del carnicero pero no sé si me creyó. Así que me puse a contar chistes y ella no paraba de reír; llegó la hora de despedirse y el huracán no cesaba. Con el máximo respeto le dije que estaba muy bien pero no había habido chispa, qué éramos de mundos distintos y distantes y que se notaba que era una buena persona. Cogí mi casco y ya cuando me iba me dijo: te hicieron mucho daño, ¿verdad?
Volví a casa como si me estuvieran dando patadas laterales en la rueda trasera, un ciclista me adelantó, iba tan despacio...
Me había olvidado de aquella noche hasta que el viento de hoy me trajo su recuerdo.

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Mis amigos me llaman Cuchillo o el tío Santi. Escribo canciones y toco la guitarra, también canto. Desde que era joven hasta ahora que no lo soy he tocado en grupos como Los Cuervos, Los Relevos, Morcillo y los Rangers, Los Brujos, Bandoneón, The Dancing Cansinos, Rocky Raccoons, Fort Mapache, Jukebox, Los Portuarios, The Mapaches o The Roller Coasters. Soy el guitarrista que no sabía cantar, el motorista al que no le gustaba correr, el lector de la Biblia ateo, puede que el tonto más listo del mundo, el padre de Dido o el hijo de la Yeyes. Como suele aparecer en algunos sobres de azúcar, hay que buscar los buenos ratos porque los malos se presentan ellos solos. Me gusta mucho leer desde niño, cocinar, tocar la guitarra y escribir canciones, navegar sin rumbo por la procelosa red de Internet, la historia y la música, el cine clásico y me gusta mucho reír, también escribir en mi blog, salir con mis viejos amigos o dar vueltas con mi Triumph. Como dijo Lennon: "la vida son las cosas que te pasan mientras tú estás ocupado haciendo otros planes" Así que intento no hacer planes nunca, sólo quiero estar a gusto sin molestar a nadie. Si lo consigo o no, tendrán que decirlo los demás.
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