martes, 16 de febrero de 2021

RELATOS. EL VIENTO EN EL MARÍTIMO

 RELATOS PARA MATAR UN RATO:

                               EL VIENTO EN EL MARÍTIMO


Aquella noche los tatuajes crecían en los brazos de los marineros y un aire huracanado arrancaba los cigarrillos de las bocas de los fumadores. Aquella noche los poblados marítimos temblaban bajo el empuje de ese viento loco, empeñado en agitar los árboles hasta quebrarlos, en amontonar hojas secas en los portales, en hacer crujir las ventanas y despeinar a las muchachas. Aquella noche el mar estaba revuelto y la luna llena pintaba de plata la cresta de las olas. Aquella noche, aquella chica vino con falda y una de sus manos la sujetaba mientras la otra intentaba inútilmente que no se alborotase su larga cabellera. No era como en las fotos, es lo que tienen las citas por internet, estaba incómoda por el aire cuando me dijo: "Eres tú, ¿verdad?" Fuimos a un bar cercano y me contó que le gustaba bailar salsa, hacer senderismo de vez en cuando, ir de compras, leer no le gustaba. Tenía el mismo nombre que la primera película americana de Hitchcock pero me dijo que no la había visto nunca porque era en blanco y negro.
Cada vez que alguien salía o entraba en el bar las servilletas de papel volaban y un póster enmarcado del Levante U.D. casi me da en la cabeza. El camarero blasfemó mientras recogía los cristales y me pedía perdón. Aquella chica fue al servicio y yo pagué mientras pensaba: ¿a quién se le ocurre, estás loco?
Eres muy callado y estás muy delgado, me dijo al volver, como si lo hubiera pensado en el baño. Le contesté que normalmente charlaba por los codos pero que el viento se había llevado mis palabras y que un año atrás estaba más gordo que el perro del carnicero pero no sé si me creyó. Así que me puse a contar chistes y ella no paraba de reír; llegó la hora de despedirse y el huracán no cesaba. Con el máximo respeto le dije que estaba muy bien pero no había habido chispa, qué éramos de mundos distintos y distantes y que se notaba que era una buena persona. Cogí mi casco y ya cuando me iba me dijo: te hicieron mucho daño, ¿verdad?
Volví a casa como si me estuvieran dando patadas laterales en la rueda trasera, un ciclista me adelantó, iba tan despacio...
Me había olvidado de aquella noche hasta que el viento de hoy me trajo su recuerdo.

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Mis amigos me llaman Cuchillo o el tío Santi. Escribo canciones y toco la guitarra, también canto. Desde que era joven hasta ahora que no lo soy he tocado en grupos como Los Cuervos, Los Relevos, Morcillo y los Rangers, Los Brujos, Bandoneón, The Dancing Cansinos, Rocky Raccoons, Fort Mapache, Jukebox, Los Portuarios, The Mapaches o The Roller Coasters. Soy el guitarrista que no sabía cantar, el motorista al que no le gustaba correr, el lector de la Biblia ateo, puede que el tonto más listo del mundo, el padre de Dido o el hijo de la Yeyes. Como suele aparecer en algunos sobres de azúcar, hay que buscar los buenos ratos porque los malos se presentan ellos solos. Me gusta mucho leer desde niño, cocinar, tocar la guitarra y escribir canciones, navegar sin rumbo por la procelosa red de Internet, la historia y la música, el cine clásico y me gusta mucho reír, también escribir en mi blog, salir con mis viejos amigos o dar vueltas con mi Triumph. Como dijo Lennon: "la vida son las cosas que te pasan mientras tú estás ocupado haciendo otros planes" Así que intento no hacer planes nunca, sólo quiero estar a gusto sin molestar a nadie. Si lo consigo o no, tendrán que decirlo los demás.
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