RELATOS PARA MATAR UN RATO:
EL VIENTO EN EL MARÍTIMO
Aquella noche los tatuajes crecían en los brazos de los marineros y un aire huracanado arrancaba los cigarrillos de las bocas de los fumadores. Aquella noche los poblados marítimos temblaban bajo el empuje de ese viento loco, empeñado en agitar los árboles hasta quebrarlos, en amontonar hojas secas en los portales, en hacer crujir las ventanas y despeinar a las muchachas. Aquella noche el mar estaba revuelto y la luna llena pintaba de plata la cresta de las olas. Aquella noche, aquella chica vino con falda y una de sus manos la sujetaba mientras la otra intentaba inútilmente que no se alborotase su larga cabellera. No era como en las fotos, es lo que tienen las citas por internet, estaba incómoda por el aire cuando me dijo: "Eres tú, ¿verdad?" Fuimos a un bar cercano y me contó que le gustaba bailar salsa, hacer senderismo de vez en cuando, ir de compras, leer no le gustaba. Tenía el mismo nombre que la primera película americana de Hitchcock pero me dijo que no la había visto nunca porque era en blanco y negro.
Cada vez que alguien salía o entraba en el bar las servilletas de papel volaban y un póster enmarcado del Levante U.D. casi me da en la cabeza. El camarero blasfemó mientras recogía los cristales y me pedía perdón. Aquella chica fue al servicio y yo pagué mientras pensaba: ¿a quién se le ocurre, estás loco?
Eres muy callado y estás muy delgado, me dijo al volver, como si lo hubiera pensado en el baño. Le contesté que normalmente charlaba por los codos pero que el viento se había llevado mis palabras y que un año atrás estaba más gordo que el perro del carnicero pero no sé si me creyó. Así que me puse a contar chistes y ella no paraba de reír; llegó la hora de despedirse y el huracán no cesaba. Con el máximo respeto le dije que estaba muy bien pero no había habido chispa, qué éramos de mundos distintos y distantes y que se notaba que era una buena persona. Cogí mi casco y ya cuando me iba me dijo: te hicieron mucho daño, ¿verdad?
Volví a casa como si me estuvieran dando patadas laterales en la rueda trasera, un ciclista me adelantó, iba tan despacio...
Me había olvidado de aquella noche hasta que el viento de hoy me trajo su recuerdo.
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