
Tenía 17 años y, en la oficina donde trabajaba, conocí a Vicente que estaba al principio de la treintena. Para mí era un vestigio de la edad de piedra. Ahora que, traducido literalmente del inglés, soy 45 años viejo, cuando hablo con alguien de esa edad, sobre los 30, me parece un crío. ¡Cómo cambian las cosas¡ El futuro ya no es una amenaza inconcreta que se cierne en el horizonte, es un país nuevo al que acabas de llegar. De pronto aquello de envejecer con dignidad adquiere todo su significado, algo que parecía que no iba a llegar nunca está ahí, delante de tus mismas narices. Manuel Vicent cuenta que se afeita medio a oscuras, para no ver lo que el tiempo le ha hecho a su cara, pero yo siempre he repetido aquello que dijo Groucho: "Mi juventud, puedes quedarte con ella". No siento la menor nostalgia de ella, el problema, como siempre, es que tampoco me gusta esto de ahora mismo. Nunca estoy conforme con nada.
2 comentarios:
BUENO, A MI ME PASA AL REVES... ME PARECES UN VIEJUNO, JA JA JA...
ES BROMA.
UN SALUDO
Venga chiquitín, ¡como sois los vascos¡
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