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Cené con mi madre, hizo un asado delicioso, cenamos pronto, el resto del mundo o casi,  celebraban la nochebuena, eso dicen, nosotros nada,  bajé a dar una vuelta, eran las diez de la noche. Había una calma que me llamó la atención, las calles desiertas, ni un coche circulaba, silencio prácticamente absoluto,  escuché desde mi esquina tañer las campanas, pensé que eran las de la iglesia de Campanar, pero estas sonaron unos segundos después, las reconocí, las primeras eran otras. Bastante frío para ser Valencia y mucha humedad, encendí un purito y vagué, un pie primero, luego el otro, echando unas caladas y pensando. Nuevo proyectos en el horizonte, a través de gente que tiene un buen concepto de mí como músico y persona, un año nuevo al volver la esquina, tras tantos años increíbles, nuevas perspectivas para el 2019. El día de navidad a la Pobla de Farnals, mi cuñado hizo un suquet de peix digno de estar en la mesa de los dioses, qué sabor, me sentí en el mar, acompañando a Hanón en su periplo o a Elisa en su búsqueda errante del lugar donde fundar una nueva ciudad. Por la tarde una larga conversación telefónica, visitando el pasado, intentado dar un discurso coherente, manejar tanta información, aportar datos útiles que faciliten la comprensión ajena. Como siempre el pasado es un guerrero formidable, cuesta mirarle a los ojos y mantener la mirada, pero lo hago, sin miedo y quizás con algo de rabia. Con armas defensivas y ofensivas se puede luchar, parando los golpes con el escudo, usando la espada, no resulta sencillo pero tampoco es fácil ya herirme. Fortaleza interior, espíritu de combate, respeto también, somos consecuencia de él, nos enseñó a base de golpes.   Hoy en Turis, charlando con el tío Paco, de chofeur, nuevas tarjetas para The Roller Coasters, aparco en zona azul y corro a comprar el pan que quiere mi madre, lejos de casa,  llamadas, encuentro con Luis, probaré ese compresor, veo los primeros rayos del 2019, como un sol naciente.